Él danza conquistando, cuan guerrero espartano, la mirada y expectativa de un público persa.
Él con el corazón en llamas, y el cuerpo transpirado por la adrenalina que genera el último llamado, entrega su alma a su única amada y loca pasión en pleno acto. Mientras tanto en la platea se encuentra a la que hizo mujer en su sub-mundo azul.
Ella lo contempla, lo ama, lo besa, se entrega, lo besa y lo vuelve a amar en silencio ensordecedor. Ella sigue con la mirada cada paso que da, cada palabra que dice, cada gesto que hace; sigue con obsesión cada centímetro de su cuerpo vestido o desnudo.
En el acto él se mueve con erudita destreza, flotando con ligereza sobre los marrones de las tablas para crear atmósfera de amor que hace llorar a la mujer de la platea, provocándole también gritos y latidos de pasión por su genuino y sublime talento.
En el acto él se mueve con erudita destreza, flotando con ligereza sobre los marrones de las tablas para crear atmósfera de amor que hace llorar a la mujer de la platea, provocándole también gritos y latidos de pasión por su genuino y sublime talento.
Lo contempla una vez más y lo ama, lo besa, se entrega, lo besa y lo vuelve amar en silencio ensordecedor.
Se prende de sus firmes y fuertes piernas, acariciando con las luces del escenario sus pantorrillas, y continúa subiendo -al son del libreto- por los glúteos compactos de su anatomía, hasta llegar con un ósculo en los labios sedientos en el gozo de los aplausos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario