domingo, 5 de agosto de 2007

EN EL ACTO




Él camina con elegancia y picardía envuelto como capullo, en un mundo de telones y tablones.
Él danza conquistando, cuan guerrero espartano, la mirada y expectativa de un público persa.
Él con el corazón en llamas, y el cuerpo transpirado por la adrenalina que genera el último llamado, entrega su alma a su única amada y loca pasión en pleno acto. Mientras tanto en la platea se encuentra a la que hizo mujer en su sub-mundo azul.
Ella lo contempla, lo ama, lo besa, se entrega, lo besa y lo vuelve a amar en silencio ensordecedor. Ella sigue con la mirada cada paso que da, cada palabra que dice, cada gesto que hace; sigue con obsesión cada centímetro de su cuerpo vestido o desnudo.

En el acto él se mueve con erudita destreza, flotando con ligereza sobre los marrones de las tablas para crear atmósfera de amor que hace llorar a la mujer de la platea, provocándole también gritos y latidos de pasión por su genuino y sublime talento.

Lo contempla una vez más y lo ama, lo besa, se entrega, lo besa y lo vuelve amar en silencio ensordecedor.

Se prende de sus firmes y fuertes piernas, acariciando con las luces del escenario sus pantorrillas, y continúa subiendo -al son del libreto- por los glúteos compactos de su anatomía, hasta llegar con un ósculo en los labios sedientos en el gozo de los aplausos.
Ella está emocionada, con las palmas ardiendo de tanta ovación, y los ojos clavados en sus labios leyendo un te amo, para responderle en el instante y con sutileza la misma confesión.

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