viernes, 28 de diciembre de 2007

Petit fille



He recibido un nuevo nombre,
me han denominado PETIT FILLE.

No sé si sentirme alagada porque aún me considera joven, o derrepente un poco incomoda que me vea como una pequeña niña. Pero considero que en parte él tiene razón, porque aún conservo mi alma de pequeña niña para manifestarme amando.

Soy la pequeña niña, con cabeza llena de rulos alborotados que intenta vivir en un mundo de chicos grandes.



Soy la pequeña niña que intenta hacer las cosas bien , y a pesar que escucha a su Pepito Grillo, termina jugando a las Mil y Una Noche, y al final de la travesía es acreedora de una larga nariz de Pinocho.

Soy aquella pequeña niña, que jala del cabello a su amor de infante para acariciarlo, pero aún no se da cuenta de la gran fuerza que posee y al no lograr medirla, termina lastimándolo.

Soy esa pequeña niña, que se deslumbra por un juguete o dulce, y no logra comprender a su progenitora que aquello es dañino para su vida. La pequeña niña, que pide y pide; llora y llora por obtenerlo y hace mil y una cosas para poseerlo.

Soy la pequeña niña que utiliza minifaldas y se siente mujer, pero extraña sus medias cubanas y sus zapatos de charol.

Para los ojos de un gran hombre soy su pequeña niña. Esa pequeña niña que intenta calzar una talla más, pero le faltan muchos años por crecer y madurar.

lunes, 10 de diciembre de 2007

La Casita de Colores


Aurora siempre la imaginó de esa forma. No tenía idea de cómo seria en la vida real, pero siempre la soñó.

Ella pudo entrar al fin a la casita de colores. Su ingreso al mundo mágico fue a la media noche; observó cada rincón, cada color, cada elemento que encontraba y todo lo quería, sentía ganas de tocar, oler, saborear y escuchar. Al ingresar a la casita ella podía ser desde la princesa de un cuento de hadas, hasta el payaso de un circo. Todo en esa casa se podía lograr, no había límites para la imaginación. Todo era posible.

La casita de colores, tan cálida, mágica, llena de alegría y fantasía acogió a Aurora por muchas lunas, cada vez que ella llegaba después de la media noche. Mil veces subió por las escaleras para dejarse encantar, ilusionar, enamorar; y otras mil las bajó para salir por la puerta grande, antes que lleguen sus habitantes con el amanecer.