sábado, 28 de julio de 2007

Omisión


Mis palabras se enfrían con tu ausencia
y mi rostro deja de lado el sabor a mar.
El brillo de mis ojos titubea,
mientras se marchitan los besos húmedos
que calientan mi entrepierna.
Causante de desconsuelo,
que alejas mi cuerpo de tu espacio
y lo meas como perro para marcar todos los centímetro del territorio,
que se cierra para mi cada mes, cada semana,
cada día, hora, minutos, segundos, besos, caricias,
tocadas, gritos y demás.

Barahúnda

Confusión maldita que me alejas de la realidad y me haces pisar tierra.
Confusión que invades mi alma y me haces sentir desleal,
confusión que engañas mis sentidos y me arrebatas la razón.
Maldita confusión que viene de las raíces más profundas de los árboles
a invadir mi sociego, y ahora me llevas a mariposear para encontrar estabilidad en el néctar de alguna magnolia pantanosa.

miércoles, 11 de julio de 2007

Portuspanglish: Intercambio Cultural



¿Qué país te gustaría conocer? ¿Y cuándo? Fueron las preguntas que me hice al salir del colegio. El cuándo no lo tenía claro, pero de lo que sí estaba segura era que el primer país al que viajase -fuera del Perú- sería alguno europeo, encabezando la lista: Italia.

La falta de tiempo en el primer año de estudios en la Universidad de Piura (UDEP) apartó de mi cabeza la idea de caminar por las principales calles de Florencia, mientras leía a uno de los grandes literatos del quattrocento: Petrarca. Con tanta responsabilidad que tenía que cumplir y a la vez afrontar el choque colegio-universidad, ya no podía imaginarme fuera de Piura.

Hasta que cierta noche en Queen (discoteca reconocida en Piura), mientras bebía una vodka de naranja junto a mis amigas, un chico de contextura gruesa (no gordo) se acercó al grupo donde me encontraba y comenzó hablar de la idea de viajar a otro país por un programa de intercambio estudiantil, llamado “Work & Travel”. Fui la más interesada en el tema, así que empecé a preguntar. Él me dijo que se trataba de viajar a Estado Unidos a través de una agencia de intercambio, y que la experiencia que se obtiene es inolvidable pues los meses de estadía en USA se aprovechan para mejorar el misio inglés que se aprende en academias; además de ahorrar dinero trabajando en oficios fáciles de realizar, para recuperar lo invertido. Pero lo principal del asunto era ganar experiencias, relacionándose con chicos de otras nacionalidades que viajan en las mismas condiciones de estudiantes.




Cuatro meses después me encontraba en la embajada Norteamericana, hablando en inglés con un viejo gringo que me concedía la visa a Los Estados Unidos. En ese momento no me importó la lista que había hecho de países europeos para conocer primero, pues el viejo continente quedó en un segundo plano para poder volar a la potencia mundial dentro de una semana y preparar mi equipaje.

La idea de llegar sola a un lugar nuevo, con distinta cultura, e idioma me aterrorizó cuando ya me encontraba sentada en el avión esperando que despegue; pero a la vez al sentir que salía del continente cruzando el océano la emoción y las ansias por llegar eran más latentes. En mi cabeza tenía tres objetivos que debía cumplir al regresar del viaje: 1.- Mejorar el inglés a la perfección. 2.-Ahorrar al máximo todo el dinero que se pueda ganar, para recuperar lo invertido, que fue una suma aproximadamente de 2500 dólares (incluye pasajes aéreos, bolsa de viaje y pago por servicio a la agencia de viajes que tramitó todos los documentos en la embajada para que concedieran la entrevista, además de conseguirme un contrato de trabajo en USA). 3.- Regresar al Perú con más claridad y madurez- en palabras más sencillas, hacer que el viaje no sea en vano.

Después de largas horas de vuelo, y una escala en San José de Costa Rica por fin pisé suelo yanqui al llegar a Miami, tierra no tan americana porque está invadida de emigrantes latinos. Al principio tuve la sensación que aún seguía en Lima. Pero aquel lugar no era el destino último donde tenia que llegar, el mapa señalaba que ahora faltaban recorrer 17 horas más, pero en bus, para llegar a Destin.

El servicio de transportes interciudades no es bueno en Estados Unidos, fue lo primero que pensé cuando subí al bus del “Grey house” y la primera observación negativa que lance contra el país que me acogía y daba la bienvenida. Pero quiero resaltar que el Perú tiene mejor sistema de transporte interprovincial.

A las 10 de la noche del día 20 de diciembre del 2005, llegué a Destin-Florida lugar donde pasaría navidad y las vacaciones completas lejos de mi familia por primera vez. En Destin todo gira alrededor del agua. ¿Y por qué no? Sus dulces playas de arena blanca y aguas cristalinas verde esmeralda la convierten en el lugar perfecto para navegar, hacer windsurf o submarinismo con oxígeno o de superficie. Pero en ese momento, no pensaba en todo esos divertidos pasatiempos, sino ponerme cómoda y conocer a mi nueva familia.



Mi nuevo hogar estaba conformado por adolescentes entre 18 y 23 años de diferentes nacionalidades, como colombianas y brasileras (os). Ahora no sólo me tocaba entender el inglés en la calle o en el trabajo, también tenía que aprender el portugués para comunicarme en casa, y utilizar el español sólo en mis sueños. Recuerdo que a esa mezcla de idiomas y cultura se le denominaba: “portuspanglish

Fue allí donde entendí con mayor juicio el verdadero valor de la comunicación o la buena comunicación. Es tan importante hablar el mismo idioma en una casa, para que las cosas marchen correctamente; pero el entendimiento y las óptimas relaciones, no sólo recaen en el idioma o la utilización del mismo código lingüístico para llevar las cosas en paz, sino también recae en las distintas formas de pensar e idiosincrasia de cada país para que simpatice con el resto. Además de tener una buena correa y capacidad de santa para no perder la paciencia.




Mis mejores amigas en USA fueron del Brasil, Colombia y el Perú, y juntas aprendimos un poco de cada cultura, además de intercambiar conocimientos con el idioma para podernos defender. Todos los participantes del programa, estábamos en la misma condición de estudiantes y nadie era más privilegiado que otro en el “país de los gringos”. Nadie contaba con un nombre reconocido, del que se pueda hablar y respetar, todos habían ido con un solo propósito: hacer dinero y mucho. Pero cada uno tenía una historia distinta que contar por la razón que se decidió viajar en primera instancia a Norteamérica.

Por ejemplo, Alexandra Celis, nacionalidad colombiana, 22 años de edad. En su país era hija del alcalde de Bucaramanga y ya estaba por su segunda carrera universitaria. Fue mi compañera de habitación y mejor amiga. Ella llegó a Estados Unidos casi huyendo de un matrimonio que se le venía, y un rollo de problemas con su vida amorosa y familiar. Tiene un carácter aguerrido, y no era el centro de simpatía y buenas miradas de las personas; recuerdo que siempre bromeaban preguntándole por la droga, a lo que ella respondía: “Marica, ¿acaso me ve drogadicta? Y revíseme que no paso droga, aunque me hubiera encantado enseñarle la mejor droga del mundo: la colombiana mi niña (unas risas fugitivas)” Era de esas colombianas que habla mucho y sobre todo de su país, enorgulleciéndose de su nacionalidad y dejando en claro que no todo era guerrillas y narcotráfico en Colombia. No tenía pelos en la lengua y su sinceridad agradaba mucho al resto del grupo, menos a los estadounidenses que no podían manejar su genio. Se supo ganar el cariño y recuerdo de todos, no sólo por la alegría y frescura que transmitía, sino porque simplemente ella era “la colombiana” con un poco de suerte. Porque a los dos meses de haber llegado a USA, un texano de su misma edad se fijó en ella llegándose a enamorar hasta pedirle matrimonio.
La colombiana, ya lleva un año de casada con Steven y ahora ha asentado cabeza no huyendo de sus responsabilidades, para seguir rompiendo con los prejuicios que se tienen de Colombia y su gente.

Muchos chicos y chicas como Alexandra se lograron quedar en Estados Unidos, pero no exactamente casándose (situación que nunca pensó que ocurriría lejos de Colombia). Algunos pidieron extender su visa por un semestre más, o simplemente hacerse a la idea de vivir y trabajar de manera ilegal, hasta que la suerte los lleve a obtener la “green card” por medio de un matrimonio.

Pero la gran mayoría regresó a su país de origen y cada partida era un motivo para realizar una fiesta de despedida, y a la vez brindar por los que aún se quedaban en un lugar donde no eras reconocido, a pesar de pagar “taxes” (impuestos) como si fueras ciudadano norteamericano.

Yo regresé al Perú la primera semana de abril del 2006, no sólo trayendo equipajes de regalos sino también cargada de experiencias y emociones únicas que sólo se pueden sentir cuando vives lejos de casa y más aún cuando te enfrentas a riesgos de depresión y soledad en un país materialista, donde el único calor humano lo puedes recibir de tus propios alientos y de las mismas compañeras (os) de intercambio, que unos meses atrás eran totalmente ajenas (os) a tu realidad; y que luego llegan a ser tu propia familia y cómplice en tus aventuras veraniegas, extrañando lo que dejas desde el instante que subes al avión para regresar a tu propio país.

lunes, 9 de julio de 2007

LA NIÑA




Manos que se unen,
ojos que se cierran,
labios que se humedecen
cuerpos que se juntan,
deseos que se comparten y
sueños que se cumplen.

La niña camina curioseando en sueños ajenos, para
unir sus manos,
cerrar sus ojos,
humedecer sus labios,
unir su cuerpo,
compartir los deseos y
cumplir los sueños.

La niña se levanta en puntillas para no hacer ruido, es hora que regrese a su mundo de algodones azucarados y columpios que rozan las nubes. Pero ella decide cada noche despertar y dejar a un lado la dulzura e inocencia de toda aquella magia; para así gastar su carmín rojo, soltar el listón de su cabello, y con la misma sensualidad proseguir en colocar medias de coco que se ciñen a sus piernas de seda, mientras resbala por el vaivén de sus caderas un vestido que se pronuncia en el escote de su espalda trigueña.

La niña en taco aguja juguetea con sus labios, acaricia su cuello y prosigue a sentir la redonda firmeza de sus senos. Ella sólo cumple con danzar -cuan felina en celo- y deslizarse por el frío acero, para que otros la observen extasiados como se desprende de los brillos de su atuendo.

La niña se mira en los espejos que la rodea, y sólo reconoce la desnudez de su piel que se contornea. Ella se mira por segunda vez para reconocer su alma, pero sólo ve las seis primeras letras de su reputación cansada.

La niña llora como niña, mientras gime como diosa.
La niña reza como niña, mientras besa como diva.
La niña sueña como niña, mientras vive como grande.

La niña sólo es niña cuando cansada llega a su jardín de flores, y continúa su camino curioseando en sueños ajenos, para
unir sus manos,
cerrar sus ojos,
humedecer sus labios,
unir su cuerpo,
compartir los deseos y
cumplir los sueños.