lunes, 9 de julio de 2007

LA NIÑA




Manos que se unen,
ojos que se cierran,
labios que se humedecen
cuerpos que se juntan,
deseos que se comparten y
sueños que se cumplen.

La niña camina curioseando en sueños ajenos, para
unir sus manos,
cerrar sus ojos,
humedecer sus labios,
unir su cuerpo,
compartir los deseos y
cumplir los sueños.

La niña se levanta en puntillas para no hacer ruido, es hora que regrese a su mundo de algodones azucarados y columpios que rozan las nubes. Pero ella decide cada noche despertar y dejar a un lado la dulzura e inocencia de toda aquella magia; para así gastar su carmín rojo, soltar el listón de su cabello, y con la misma sensualidad proseguir en colocar medias de coco que se ciñen a sus piernas de seda, mientras resbala por el vaivén de sus caderas un vestido que se pronuncia en el escote de su espalda trigueña.

La niña en taco aguja juguetea con sus labios, acaricia su cuello y prosigue a sentir la redonda firmeza de sus senos. Ella sólo cumple con danzar -cuan felina en celo- y deslizarse por el frío acero, para que otros la observen extasiados como se desprende de los brillos de su atuendo.

La niña se mira en los espejos que la rodea, y sólo reconoce la desnudez de su piel que se contornea. Ella se mira por segunda vez para reconocer su alma, pero sólo ve las seis primeras letras de su reputación cansada.

La niña llora como niña, mientras gime como diosa.
La niña reza como niña, mientras besa como diva.
La niña sueña como niña, mientras vive como grande.

La niña sólo es niña cuando cansada llega a su jardín de flores, y continúa su camino curioseando en sueños ajenos, para
unir sus manos,
cerrar sus ojos,
humedecer sus labios,
unir su cuerpo,
compartir los deseos y
cumplir los sueños.

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